domingo, 16 de octubre de 2022

(2) Abusos en la Casa Pastoral San Vicente de Paul

Nota preliminar: Este artículo es un borrador todavía, que completaré próximamente.


Para el encargado y cocinero del comedor comunitario que hay en la Casa Pastoral San Vicente de Paul, en el centro de Guadalajara, Jalisco, las personas de escasos recursos que allí acudimos (casi todos indigentes), somos una fuente de satisfacción de sus deseos de cometer abusos de cualquier manera que le sea posible.


El lugar, pretensamente religioso y, por lo tanto, de apariencia noble y loable, su función y posición en él y las personas sumamente vulnerables y desamparadas que allí acudimos a desayunar, nos prestamos, casi todos y casi siempre, de maravilla a la satisfacción de su sadismo, de una forma u otra.


Ya antes he narrado y he mostrado en este blog, en audio allí grabado, el acoso sexual que este sujeto allí acostumbra cometer en contra, al menos, de una mujer indigente que, al igual que algunas otras, recurre a ese sitio de vez en cuando, por necesidad.


Acoso sexual en la Casa Pastoral San Vicente de Paul

http://encompletoequilibrio.blogspot.com/2022/10/4-acoso-sexual-en-la-casa-pastoral-san.html


Los abusos que en este otro caso refiero, corresponden al 13 de junio de 2022, dos días antes del acoso sexual antes dicho.


La siguiente grabación inicia a las 08:59:41 a.m.


---Insertar la grabación aquí.


Contenido de este audio:


Llego a donde se está haciendo fila, en la banqueta, para entrar al lugar en cuestión y encuentro muy poca gente. Extrañado platico al respecto con alguien que ya estaba allí.


Luego, platico con otro indigente que llega a hacer fila también.


En el minuto 22:06 se nos da la indicación de que ya podemos entrar a la casa, y caminamos a dentro, unas 20 personas o poco más.


Este día, el desayuno consistió en soya texturizada con chile rojo, un tanto desabrida pero necesaria, acompañada con calabaza y frijoles a un lado.


La soya, texturizada, aquí es frecuente, y a muchos les gusta poco, y, en estos casos, por lo general no piden más, según he visto.


En mi caso es diferente, porque —siempre que esto me es posible— soy vegano (vegetariano estricto) desde hace más de 30 años, y consumo a diario soya cuando puedo elegir mi alimento.


Los cueritos de cerdo, son aún más frecuentes en ese lugar (dos y a veces hasta tres veces por semana) y a muchos les gustan muy poco o les desagradan, y, fuera de allí, se quejan de que con frecuencia creciente es lo que allí se da, y preparados del mismo modo (con tomate y cebolla cocidos).


En este lugar es común que algunos de los comensales al terminar lo que se les sirve pregunten, al cocinero o a alguno de sus ayudantes, si se les puede dar más comida, y con frecuencia se les da, si hay más. La porción inicial, que para la gran mayoría es la única en este lugar (todos, antes o/y después, comemos en algún lugar también, procurando completar), es pequeña, y no se dan nunca tortillas, pan ni ninguna bebida.


El motivo de la queja en este artículo no es, en modo alguno, desde luego, esa escasez; pero sí es siempre importante señalar estos detalles, por razones de transparencia, de publicidad, de conocimiento y, por lo tanto, de honestidad y de justicia, solamente de este modo conseguibles, que tan raras son en estos casos; porque suele suceder que quienes donan o financian algún servicio caritativo, pese a la buena intención con que lo hacen, no tienen idea muy clara de lo que con ello ocurre, porque o no supervisan el modo en que se administran esos recursos, o lo hacen muy insuficiente o deficientemente, y además los encargados de distribuirlos, por supuesto, al mismo tiempo casi siempre mienten al respecto, porque carecen de vocación para el altruismo y, con mucha frecuencia, sienten y muestran, a espaldas de los verdaderos benefactores, un desprecio extremo por los indigentes, a los que nos ven, simplemente, como un instrumento —y por esto sí llegan a valorarnos— para sus robos y sus malos tratos de otras muchas formas.


De hecho, la triste realidad, que llega pronto a ser palpable a todos quienes hemos padecido la indigencia, es que en todos los albergues de este tipo (CADIPSI, Ángeles y Serafines, San Juan Grande, Mano amiga, por ejemplo), sin excepción; organizaciones (la célebre Caritas, por ejemplo) y en casi todos los comedores comunitarios que ya he conocido en Guadalajara (y no digo que sean mejores en otras partes de la república), que son numerosos y son casi todos los de esta ciudad, puede verse, y muy claramente, que a diario los encargados cometen robos a manos llenas y malos tratos, sin ningún pudor; según lo que, incontables veces, yo mismo he presenciado y padecido, y lo que, al mismo tiempo, otros muchos platican entre nosotros.


Esto está totalmente favorecido por dos hechos a la vez: no hay eficiente ni suficiente supervisión, porque por lo regular quienes supuestamente tienen por función supervisar esas labores, cuando llega a darse esa rareza de objetivo, son también parte de quienes roban, y son, de hecho, los principales destinatarios de tales desvíos. Y por el hecho de que, aunque todos los indigentes nos damos cuenta de que esto ocurre, y en nuestras narices, casi ninguno de los afectados se atreve a decirlo, por consecuencia de un obvio conjunto de circunstancias y cualidades propias de o comunes en el estado de vulnerabilidad de la indigencia y de los receptores de una caridad muy valorada en semejante estado.


---Continúo escribiendo...


Respaldos de esta página:


Oct-13-2022

https://archive.is/4WXHp


Oct-16-2022

https://archive.is/G0WTD

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