viernes, 10 de febrero de 2017

La Humanidad Completa

Por Roberto Patrón Zepeda

Última modificación: lunes 13 de febrero de 2017, 13:25 pm

Antes en este blog he dicho lo siguiente:

"Una libertad como la del escarceo previo al coito mediante un "perra desgraciada" en plena excitación sexual es necesaria, por mencionar solo un ejemplo entre un ilimitado número de posibles, para llegar poco después a un "diosita divina". Y una y otra cosa son imprescindibles para que la otra de estas situaciones pueda disfrutarse, por contraste con su opuesto."

Es cierto que es posible, y de hecho lo es fácilmente, de manera relativamente fácil en comparación con el equilibrio entre contrarios dentro de una misma persona, es posible llegar a un "diosita divina" sin pasar por un "perra desgraciada" y sin realizarlo después. Y ello puede también ser placentero, y lo es de hecho en mucha gente.

Pero ello, la funcionalidad de ese procedimiento hacia el placer y la felicidad, ocurre debido sólo a la existencia de un equilibrio entre contrarios que se produce entre un tipo de persona y otro tipo de persona. En el mundo actualmente, y desde prácticamente siempre, hay dos tipos de persona, en muchos ámbitos, aunque ahora hablaré del moral sexual, que al contrastarse entre sí se sostienen la una a la otra, obteniendo cada bando su placer de ese contraste que hay entre ellas, o sea entre esos dos tipos de persona.

Desde prácticamente siempre, hasta nuestros días, unos se vanaglorian de ser puros o púdicos y otros de ser impuros e impúdicos, y ambas partes obtienen placer de ello, doblemente: de ser lo que son y, al mismo tiempo, de no ser lo que los otros son. Se sostienen y producen placer uno al otro (separadamente, cada tipo por su lado y excluyéndose entre sí, como el agua y el aceite) como un par de niños en un subibaja o balancín, en un parque de diversiones, que es nuestro mundo actual.

Pero el mundo, nuestro mundo actual, si bien podemos, y debemos, seguirlo considerando como un sitio en el cual estamos para disfrutar la vida al máximo, ya no es un parque para niños, porque ya la humanidad no está en edad de seguir siendo niña.

El objetivo de pureza, propulsado por la impureza desde otro lado, que antes fue apropiado para una parte de la humanidad, ya no lo es, y ahora es muy diferente y muy superior, nuestro objetivo (nuestro destino próximo), y mucho más capaz de conducir a una felicidad y placer y progreso mucho más elevados que los hasta ahora alcanzables mediante esa incompleción hasta el presente padecida por nuestra especie.

Nuestro próximo paso ahora es alcanzar la compleción en los individuos, no ya únicamente entre los individuos. Una vez alcanzada esa meta antigua de ser puros no siendo más que mitades de personas, la actual es convertirnos, cada cual, en personas completas, en seres humanos en equilibrio de tal modo que dentro en cada uno de nosotros mismos seamos cada cual un ser completo, a diferencia de la mitad de ser humano que hasta ahora cada cual ha constituido.

Ya hemos estado suficientemente en ese periodo de nuestra infancia en que aprendimos y vivimos en lo que con relativa facilidad nos era inicialmente conveniente y suficiente, como lo es para un niño el no vivir aún más que en el conocimiento y práctica de algo tan elemental como el gatear para desplazarse.

Nuestro paso al tiempo para caminar erguidos y avanzar mucho más rápidamente hacia nuestro progreso, personal y como especie, es completarnos, convertirnos en seres completos, cada individuo.

Esto no implicará la desaparición de los géneros sexuales, mujer y hombre, sino su existencia de una forma mucho menos polarizada que hasta ahora, habiendo al mismo tiempo un par de equilibrios: el equilibrio entre hombre y mujer, y ahora también, el relativo equilibrio entre lo femenino y lo masculino dentro de cada hombre y cada mujer. De tal modo que cada mujer sea más fuerte y más libre y cada hombre más sensible y, así, por ello mismo también más fuerte y más libre.

Nuestro objetivo ahora, en otras palabras, no ha de ser ser puros, sino completos.

Seguiré escribiendo:


Lunes 13 de febrero de 2017

Última modificación: lunes 13 de febrero de 2017, 13:25 pm

Es necesario aclarar que el equilibrio entre contrarios a que me refiero como necesarios para el progreso, no es en cualesquiera pares de cualidades contrarias entre sí.

La necesidad de equilibrio no es, por ejemplo, entre contrarios como deshonestidad y honestidad, atraso y progreso, maldad y bondad, crueldad y compasión, represión y libertad.

De cualquier manera, a través del progreso de cualquier civilización ocurre un equilibrio, entre distintos individuos, en todos estos pares de contrarios y otros muchos, Pero el progreso al mismo tiempo siempre consiste en que, a pesar de que estos pares de contrarios siempre están en equilibrio interindividual, o sea entre individuos, en todos los pares de contrarios se produce un desplazamiento conceptual hacia los contrarios que constituyen el objetivo dentro de cada par, o sea, en los pares mencionados, hacia los contrarios honestidad, progreso, bondad, compasión y libertad; de tal modo que a través del progreso siempre llega a suceder que lo que en un tiempo dado conceptuamos o consideramos como honestidad, progreso, bondad, compasión y libertad, en un tiempo posterior determinado lo consideramos como deshonestidad, atraso, maldad, crueldad y represión, respectivamente. En otras palabras, lo que hoy consideramos cruel, antes, en una etapa inferior de progreso, lo consideramos compasivo; y lo que actualmente consideramos compasivo, después, en una etapa de progreso superior, lo consideramos cruel; y así en todos estos pares de contrarios y muchos otros.

Todo progreso implica un desplazamiento conceptual equilibrado hacia la libertad, de tal manera que somos cada vez más libres en la medida en que más progresamos.

Esa mayor libertad siempre continúa en equilibrio con su contrario, esto es, con la represión de la libertad, aunque los conceptos de represión y libertad se han desplazado hacia la libertad de tal modo que en este sentido hay cada vez más libertad: lo que antes nos era libertad ahora nos es represión, y lo que actualmente consideramos como libertad después lo consideraremos como represión, como esclavitud.

Por esto, siempre que pensemos en el modo de dirigirnos hacia el progreso, de avanzar hacia más bienestar, felicidad y prosperidad, sencillamente debemos mirar hacia las formas de incrementar nuestra libertad, sin violar las actuales leyes del lugar en que residimos.

Cuando contrarios como la represión y la libertad sexuales se equilibran de manera interindividual, entre individuos que podemos hoy considerar puramente conservadores y, por el lado contrario, individuos que podemos calificar como puramente liberales, las personas tratan de ese modo de satisfacer solamente una de dos necesidades que naturalmente todo individuo tiene (no siempre en el sentido de sentirla, porque puede estar reprimida, pero siempre cuando menos en el sentido de experimentarla), la necesidad contraria que está tratándose de reprimir, por lo general de todas maneras aflora y se impone en la conducta, que busca su satisfacción en personas, otras personas, que han elegido polarizarse, esto es, desequilibrarse, en esa dirección.

Esto es lo que ocurre, concretamente, por ejemplo cuando en una pareja de personas relativamente conservadoras, la monotonía de una misma forma de comportamiento sexual limitado en su libertad induce a los miembros de esa pareja, o como mínimo al menos conservador de ellos, a buscar en otra persona la satisfacción mediante mayor libertad, que sólo otra persona en ese caso le puede dar, por haber esta otra elegido ser de un tipo contrario de pureza, de desequilibrio, que en este caso puede ser un(a) streeper o una prostituta, un(a) amante más liberal, o una aventura ocasional en algún centro nocturno o algún otro lugar de los más apropiados para concurrir gente más libre.

Quienes procuran vivir en un grado de relativa pureza, conservadora o liberal, tienden siempre a incidir y reincidir en la satisfacción opuesta, la que están tratando de evitar, der igual manera a como ocurre a quien procura no vivir sino despierto todo el tiempo, es decir, procurando excluir por completo de su vida el dormir.

Lo que ocurre en este caso ejemplifica muy bien lo que sucede en todo par de contrarios en que se trata de satisfacer solamente una de dos necesidades que se tienen vitalmente: cuanto más extrema es la procuración de la exclusión (la eliminación) de la satisfacción de una de las dos necesidades, tanto más extrema es la tendencia a la satisfacción que está tratándose de evitar.

De tal modo que, por ello, ocurre normalmente el curioso caso de que entre las personas que supuestamente están entre las más castas de la sociedad por causas religiosas, porque lo están intentando hasta grados extremos de privación sexual, abundan casos de incidencia de las llamadas "perversiones" consideradas actualmente como más serias, como la pederastia en sacerdotes, y entonces ocurre la contradicción de que esas personas no están en realidad, dentro de la sociedad en que se encuentran, entre las considerables como más moralmente elevadas, sino, por el contrario, entre las considerables como más abyectas.

En otras palabras, una de las formas más eficaces de empujar a la pederastia, y de convertir de hecho en pederasta, a una persona, es someterla a la extrema inanición sexual que los votos de castidad religiosa implican.

Es humanamente imposible suprimir el deseo sexual, y también lo es transformarlo en lo contrario o en algo distinto de lo que esencialmente es. La única transformación que sí puede haber en el deseo sexual es hacia otra forma de deseo sexual, esto es, entre distintas formas de deseo sexual. En lugar de supresión, lo que a lo mucho puede conseguirse es la transformación en otro deseo sexual o/y su relativo ocultamiento.

Así, por ejemplo, cuando se trata de suprimir el deseo sexual hacia las personas del sexo opuesto, y por ello se suprimen las relaciones sexuales con el sexo opuesto, el deseo sexual pasa a satisfacerse de manera auto erótica, mediante la masturbación, y en fantasías sexuales.

Y cuando la oposición al deseo sexual es tal que el deseo se trata de suprimir incluso en el autoerotismo y en las fantasías, lo que ocurre es simplemente que, indefectiblemente, la forma de deseo sexual de inmediato se convierte en otras forma del mismo; por ejemplo, si el deseo que se procura suprimir es el de relaciones heterosexuales, enseguida, indefectiblemente, en todos los casos de intento de supresión y en todos los seres humanos, sin ninguna excepción posible, surge deseo homosexual.

En tal caso, en vista de que tal intento no conduce más que a pasar de un deseo heterosexual a uno homosexual, a menudo, por causas religiosas, se procura entonces suprimir toda forma de deseo sexual tanto hacia mujeres como hacia hombres, con lo cual no es nunca posible llegar más que a otra forma de deseo sexual, que por lo general es la hacia niños, la pederastia.

Y cuando, como de hecho llega a suceder, se procura suprimir además esta otra forma de deseo, el siguiente recurso o salida que queda al deseo para satisfacerse es la zoofilia, hacia animales, en vista de verse cerradas ya todas las puertas hacia los humanos.

No existe ni puede llegar a existir ningún caso de un ser humano, ni de ningún otro ser de cualquier otra especie, que pueda suprimir su deseo sexual, y no sólo no es posible suprimirlo completamente, sino tampoco en parte, de hecho ni siquiera un poco, ni una mínima parte de él. El deseo sexual siempre encuentra, en todos los seres humanos, por naturaleza, salida hacia su entera satisfacción, de una forma u otra.

Y esto no es ninguna aberración de la naturaleza, sino, por el contrario, precisamente es una de las formas en que su perfecta constitución se hace manifiesta, puesto que el deseo sexual, además de ser por sí solo imprescindible para la preservación de las especies, y de ser una de las actividades que más proporcionan placer y sentido a la vida, es el cimiento del deseo amoroso, que es su cara anversa.

Es cierto que la cantidad de deseo sexual varía, por naturaleza, de un individuo a otro; pero también, al mismo tiempo, es cierto que el deseo sexual es siempre cuantitativamente equivalente a su opuesto, el deseo de amor, de amar y ser amado. Y por esto es imposible la existencia de personas cuyo amor sea especialmente elevado sin que al mismo tiempo su deseo sexual sea también extraordinariamente alto, tan elevado, exactamente, como su deseo amoroso, puesto que uno y otro son dos caras de una misma moneda.

A menudo vemos personas en las que hay una especie de desequilibrio, en las que no hay equilibrio normal, sino un equilibrio forzado, al que la naturaleza ha tenido que conducirlas por canales alternos en vista de las represiones impuestas a las vías naturales, entre la satisfacción de su deseo sexual y la satisfacción de su deseo amoroso; por ejemplo, en las personas dedicadas mucho al sexo y muy poco al amor, o mucho al amor y muy poco al sexo. Y de hecho lo más común es la existencia de notables formas de esa especie de desequilibrio entre estos dos contrarios; contrarios que producirían una vida mucho más plena si se encontraran en equilibrio natural, intraindividualmente, esto es, dentro de cada individuo.

Cuando vemos casos de personas religiosas cuyo amor es realmente* muy grande, y en las cuales a la vez la sexualidad parece ser nula, estamos en presencia de personas cuyo deseo sexual es tan extraordinariamente intenso como su amor, si bien en muchos de esos casos el deseo sexual se satisface ocultamente (ocultamente, en casos, hasta para ellas mismas, tan ocultamente que ni ellas mismas están conscientes de ello, si bien un análisis de sus sueños revelaría la deformada satisfacción sexual que por esa vía se han orillado a sí mismos o han sido orillados a lograr), ya sea de manera auto erótica o mediante fantasías sexuales o en última instancia sueños sexuales (los cuales debido a su deformación frecuentemente no aparecen como tales a simple vista), o mediante relaciones sexuales secretas con otra(s) pesona(s) o animal(es).

* La religiosidad, en cualquier religión, está muy lejos de ser por sí sola necesariamente un sinónimo de amor, ni de amor especialmente elevado, por más que quien la practica o vive se halle en una posición muy elevada dentro de una religión. Por ejemplo, cualquier persona cuyo amor por los animales sea tan grande que sea vegana, es, cuando menos en ese aspecto que es en extremo importante en la vida, más amorosa y asimismo moralmente más elevada, que cualquier papa que come animales, como lo han hecho casi todos los papas. Así que, en otras palabras, hay un grado de elevación moral sensible e importantemente mayor en una persona vegana que en casi cualquier otro papa que haya existido a través de toda la historia hasta nuestros días, por esa sola diferencia entre respetar el bienestar y la vida de los animales, y no hacerlo hasta el grado de matarlos (indirectamente por lo general) y comérselos, innecesaria e inmerecidamente, por simple capricho egoísta, y por la debilidad de persistir en el contumaz error de comer lo que no se debe, ni por motivos morales ni por razones de bienestar propio y ajeno.

La única forma que habría de reducir a cero el deseo sexual, de suprimirlo por completo, sería mediante una alteración biológica, quirúrgica o bioquímica, que al mismo tiempo redujera a cero, en igual medida siempre, el deseo amoroso. Lo cual, por supuesto, equivaldría a reducir a ese individuo a no más que un ser vegetal, muy inferior incluso a un animal de los llamados "inferiores" o no humanos.

Al hablar sobre este tema me viene a la memoria el hecho de que, en 1990, en el número 750 de la revista española Interviú (que actualmente no tengo físicamente a la mano) leí un artículo titulado "Palmar de Troya. Los curas se perforan el pene para no pecar". En la primera de las varias páginas de ese artículo se muestra una foto grande en que aparecen caminando, de frente a la cámara, tres curas, cuyas caras de perversos exceden con mucho las de las caras más perversas de actrices** pornos que circulan por Internet.

** Menciono las caras de actrices, y no de actores, porque debido a estar, por causa de su demanda, la industria porno mucho más dirigida a hombres que a mujeres, las imágenes de perversidad en el semblante femenino están mucho más cotizadas que de en masculino, y por ello abundan más y están bastante más logradas que las de en hombres.

Por aquel entonces, al ver esa fotografía comprendí de inmediato lo que ocurría: esos curas estaban logrando cumplir con la prohibición religiosa de no tener relaciones sexuales, cuando menos cumplían hasta un grado anormalmente elevado, y ello los conducía, naturalmente, a tener fantasías sexuales que, por ser de contenido desviado del curso normal, suelen llamarse "perversas" por muchas personas conservadoras.

Curiosamente, en el mismo artículo se publicaron fotos de los penes de varios de esos curas perforados por argollas. Con lo cual parecía, evidentemente, decirse de manera implícita algo como "están cumpliendo con la prohibición de no tener relaciones sexuales, aunque la prohibición no dice, o no lo dice como algo esencial o tan esencial, que no puedan mostrar desnudos sus genitales ante miles o, potencialmente, millones de personas. Este tipo de acciones curiosas relativas a prohibiciones son muy abundantes en muchos ámbitos de la vida, de múltiples formas análogas, y podría mencionar muchas de ellas, y pienso hacerlo cuando tenga tiempo.

Cualquier persona que realmente desea la continuación por tiempo indefinido de una relación de pareja con una persona determinada, y que comprende las causas que mantienen unidas y que separan a las personas en las parejas, sabe que lo más conveniente para esa continuada unión es la existencia de miembros completos en las parejas, en lugar de las mitades que se acostumbran. Es decir, se entiende claramente que en estos casos lo más conveniente es tener por pareja (esposa, novia o exclusivamente sexual) una dulce-puta, una mujer tan amorosa como lujuriosa, tan caliente y libre como tierna, leal y cumplidora. Y lo correspondiente en cuanto a pareja masculina para individuos femeninos.

Porque de este modo no habrá, o no habrá tanto, la necesidad de buscar en distintas personas la satisfacción de las diversas necesidades que, por naturaleza, se tienen como ser humano, por tenerlas todas o casi todas satisfechas por una persona completa, que es tan caliente como amorosa, tan puta como leal (distinguiéndose aquí la lealtad de la fidelidad).

Asimismo, parte muy importante de las causas de la larga duración de la unión en las parejas, es la libertad para relacionarse sexual y amorosamente con otras personas además de con la "propia" pareja, esto es, además de con la pareja principal.

Esta libertad es un poderoso motivo de unión, con la pareja principal, y no sólo de unión, sino al mismo tiempo de enriquecimiento de la calidad de vida en pareja, y de progreso en general, del mismo modo en que en el ámbito económico sucede con la apertura a la competencia comercial con otras naciones o empresas.

La causa de esta forma de progreso no sólo radica en la posibilidad de la práctica de esa libertad, sino importantemente también en la práctica misma de esa libertad, en ejercerla de hecho, en la promiscuidad para decirlo más claramente, porque la práctica de hecho intensifica mucho más eficazmente su potencialidad de impulso hacia el progreso que la mera perspectiva de esa práctica.

Es decir, no basta con dejar la puerta abierta, sino que es preciso conducir a la pareja de hecho a través de esa puerta, de la mano hacia la práctica de esa promiscuidad, para intensificar la unión con ella, a través de una vida sexual y amorosa mucho más enriquecida tenida con ella.

Continúo escribiendo...


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